sábado, 9 de junio de 2012

Michael Ende

Ende, Michael, Jim Botón y Lucas el maquinista, ed. Noguer, Barcelona, 1983.
Jim Knopf und Lukas der Lokomotivführer, 1960.

Parafraseando a Alberti, diré que yo no naci, perdonadme, con el vídeo, así que para entretenerme leía, y mucho; pero hacía como los niños que repiten muchas veces la misma peli o serie de dibujos: no leía muchos libros, sino que leia los mismos muchas veces. El libro que más veces leí en mi infancia y preadolescencia fue el de Jim Botón y Lucas el maquinista, junto con Las fantásticas aventuras del caballito gordo, de Antonio del Cañizo. Esos dos libros me divertían, me entretenían, y lo hacían una y otra vez. Del de Ende me sabía hasta los nombres de sus personajes y lugares: Lummerland, Sursulapitchi, SchuFuLuPiPlu, Tur-Tur... No me cansaba de seguir a los personajes al desierto de los ecos interminables, al fondo del mar, al peligroso país de los dragones, a la China milenaria, donde los niños van de la mano del mayor al menor, etcétera, etcétera. Lo leí no sé cuántas veces, y aún hoy tengo ganas a veces de hacerlo. Este verano me pondré, seguramente.

Ende, Michael, Jim Botón y los Trece Salvajes, ed. Noguer, Barcelona, 1985.
Jim Knopf und die Wilde 13, 1962.

La historia continúa con su Jim Botón y los Trece Salvajes. De este recuerdo menos, porque me pilló ya más mayor, aunque también lo he leído un par de veces. Sigue siendo tan maravilloso, en todos los sentidos de la palabra, como el anterior, e introduce nuevos personajes y paisajes. Es muy digno sucesor, aunque atrapa menos porque ya no deslumbra su fantasía como en el primero. El autor lo suple a la manera tradicional: incrementa la tensión y el suspense. Es una suerte que Ende decidiera escribir esta segunda parte, para que podamos disfrutar más tiempo en su universo único.
Las ilustraciones de Tripp, magníficas, acompañan ambos textos.


Ende, Michael, Momo, ed. Alfaguara, Madrid, 1986.
Momo, 1973.

Algo distinto es este libro de los anteriores, ya que su ambientación, que no su historia, es más realista: en algún lugar de Italia, en "una ciudad grande" pero agradable e histórica en sus afueras, donde vive la huérfana Momo. En fin. Podría ser cualquier sitio del mundo occidental. Se pueden hacer muchas lecturas simbólicas sobre lo que representan los hombres grises, que roban el tiempo a los hombres: progreso, vida adulta, realismo, dinero, practicidad, egoísmo, esclavitud... frente a Momo y sus amigos, niños y adultos: imaginación, fantasía, vecindad solidaria, libertad, inocencia... Yo creo que nos damos cuenta, cuando cerramos el libro y lo dejamos en el estante, leído ya que somos adultos, de que el cuento, realmente, acaba mal. Los hombres grises nos han visitado en algún momento y nos han esclavizado. Somos clientes de su banco sin saberlo (apenas), y se llaman hipoteca, letras, trabajo con pocos días libres y pocas vacaciones, ciudades atestadas, coche para todo (sin pasear), pocas relaciones interpersonales, no escuchar, etc. Se llaman también las noticias del periódico con que nos bombardean este 2012 (y antes en el 73, año en que se escribió el libro, y luego a principios de los 90, y después de esta, será otra similar): crisis económica, bonos de interés, valores a la baja en bolsa, recortes, recortes y recortes en los derechos y libertades además de en el trabajo y la calidad de vida, que también son derechos básicos. Momo es, no desesperemos, eterna, y habita también en nosotros, como las flores horarias; pero es una niña pequeña, sola, harapienta y descalza que avanza a paso de tortuga (paso engañosamente rápido, no obstante). Momo sigue su lucha y es, en cierto modo, como David contra Goliat. A ver quién gana. Pero ya me he dejado llevar yo también por la lectura en clave simbólica. Momo se puede y debe disfrutar como una obra de arte, literaria, pura. Es muy buena y su fantasía es, como siempre en Ende, prodigiosa. El capítulo tres, por cierto, describe una tormenta en el mar parecida a las de Jim Botón y los Trece Salvajes. Es otro elemento repetido de un libro a otro, además de la tortuga (Casiopea en este y Morla en el siguiente).

Ende, Michael, La historia interminable, ed. Alfaguara, Madrid, 1993.
Die unendliche Geschichte, 1979.

Es un clásico de la literatura juvenil y de la literatura sin más. La obra magna de Michael Ende, la que todo amante de la literatura, especialmente fantástica, leerá y releera disfrutándola una y otra vez ya que, si bien no es interminable, es bastante extensa y con una buena representación de personajes, lugares, acciones, paisajes, tramas paralelas y reflexiones, valores (sobre el respeto a toda forma de vida, el ecologismo, la mentira, el valor de verse uno a sí mismo como es, etc.). La trama es algo compleja, ya que se van entremezclando el mundo real del protagonista, Bastian Baltasar Bux, con el de la novela que está leyendo, hasta confluir en uno y volver a disociarse al final. El autor los distingue con tintas roja el primero y verde el segundo, y esta división, original y exigida por la propia historia (es un recurso diegético, no meramente estético), no se ha respetado en algunas ediciones de bolsillo, no sé por qué.
Quizá lo ideal sea leerlo en la adolescencia, aunque yo creo que a la buena literatura, sea infantil, juvenil, de género o lo que sea, se puede acercar cualquiera sin prejuicios ni complejos. Esta dejará un buen puñado de historias en la memoria: el desván del colegio alemán, para mí casi tan exótico como lo del libro; la  vetusta Morla; el Oráculo del sur, que me recuerda a un pasaje de Alicia; el desierto del león que lo quema todo; la selva noctura; la biblioteca que se abre en la ciudad de plata; la casa del cambio de Aiuola; el dragón de la suerte Fújur; la araña sobre el abismo; el laberinto de puertas; el mar de algas... Uf, está realmente cerca de ser interminable.
Me gusta también el tema del libro dentro del libro: el escribiente dentro del huevo que escribe las mismas letras que leemos en ese momento, palabras del narrador incluidas. Aquí el referente que se me ocurre, por poner uno, es el Quijote, o Unamuno, por poner otro español. En fin. Yo creo que este libro marca una cima como la de El Señor de los Anillos, con el que tiene coincidencias como lo de la araña gigante, Alicia, Peter Pan, Pinocho o El mago de Oz: imprescindibles para jóvenes y adultos. Para buenos lectores, vaya.
Una de las cosas que me llaman la atención es el tratamiento del renacer, de la renovación. Aparece una vez en la casa de Aiuola y otra, al menos, cuando Bastian se baña en  la fuente que une los dos mundos, donde está la serpiente Uróboros. También aparece algo en la mina de imágenes. Pienso que se lee con tanto placer porque en el fondo nos dice algo muy profundo y muy humano sobre el nacimiento que todos tenemos olvidado pero latente.
Hace unos años lanzó Ediciones B en España una colección, que creo que surgió en Alemania, que se proponía homenajear este libro contando algunas de las historias que se quedan pendientes con el recurrente "pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión" (cito de memoria) que lanza Ende repetidas veces a lo largo de la narración. Yo leí El rey de los bufones, de Tanja Kinkel y me gustó bastante. Por desgracia, es con el único que pude hacerme antes de que los retiraran.

Ende, Michael, El Goggolori, ed. Ayuso, Madrid, 1986.
Der Goggolori, 1984.

Su subtítulo es: Una leyenda bávara dramatizada en ocho escenas y un epílogo. Al estar basado en una leyenda, he supuesto que estaría publicada en algún sitio, pero solo encuentro un libro de Otto Reuther, Der Goggolore, de 1935, que fue en el que se inspiró Ende para su libro, que más que teatro, fue escrito para ser un libreto de ópera musicado por Wilfried Hiller. Está en Youtube, ahí puede verse la obra completa. El llibro está bien, muy imaginativo, con ese aire antiguo de las viejas leyendas europeas sobre duendes y brujas. Es parecido al cuento de los hermanos Grimm, El enano saltarín (Rumpelstiltskin). Se lee en un cuarto de hora. Está, como es desraciadamente habitual, descatalogado.


Ende, Michael, El espejo en el espejo, ed. Alfaguara, Madrid, 1986
Der Spiegel im Spiegel: ein Labyrinth, 1984.

En estos cuentos cambia el tono y el estilo. A diferencia de las anteriores obras, esta está dirigida a un lector adulto, tanto por su temática como por su lenguaje. Los cuentos, de extensión muy variable entre media página (el del patinador del cielo) y  veinte, más o menos, son bastante alógicos, de toques surrealistas muy acusados, y parecen estar remotamente inspirados en cuadros del pintor surrealista Edgar Ende, padre del autor y a quien va dedicado el libro. Nos hallamos ante una escritura difícil, poco clara, onírica. Aparece el tema de la incomunicación, por ejemplo en el patinador del cielo cuyo mensaje, urgente, nadie puede descifrar ni les importa; o el matrimonio que visita una exposición de arte donde las obras son cosas: oveja, arena del desierto, etc.; o en el del estudiante que sorprende a los herederos de su casa cubiertos de polvo y telarañas alrededor de la mesa donde negocian... El miedo a la libertad y a lo desconocido frente a lo rutinario está en el fondo de los dos cuentos que más me gustan: el del hombre que coge el tranvía de siempre pero no lo lleva donde se espera, y el de la clase donde llueve sin parar. El paso del tiempo y el carpe diem parecen marcar al menos los cuentos de la fiesta de llamas en el palacio de cera de colores y el complejo de los novios que recorren una habitación-desierto para encontrarse y perderse siempre... También se cuelan la religión, la responsabilidad, la búsqueda de algo (¿de un sentido a la existencia?), la identidad (el señor compuesto de letras), la educación, la muerte, la justicia... No son cuentos convencionales en ningún sentido, y seguramente en eso radica parte de la atracción que ejercen. Invitan a la relectura porque no se agotan: adquieren nuevos sentidos y matices inexplicados. Creo que es uno de sus mejores libros.

Ende, Michael, Jojo. Historia de un saltimbanqui, ed. Plaza & Janés, Barcelona, 1998.
Das Glaukiermärchen, 1982.

Maravillosa obra teatral en la que la fantasía sirve de refugio a una realidad muy cruda y desagradable. A la pequeña Eli, retrasada mental, quieren internarla los de una gran empresa, algo que deben votar los del circo, su familia adoptiva, en una situación absolutamente límite y precaria. Eli encuentra el apoyo de Jojo, un viejo payaso que la consuela contándole un cuento. Este constituye el grueso de la obra. Este libro es sumamente poético y emocionante además de contener mensajes de denuncia social. Merece leerse y tenerse en cuenta. Para mí, es otra de las mejores obras de Ende. Por el lado formal, solo voy a destacar que el autor aprovecha recursos tipográficos para disociar los mundos de la fantasía y de la realidad, como ya hiciera en La historia interminable con los colores. No sé si se respeta en todas las ediciones. Supongo que sí, porque la mía es de bolsillo y lo hace.


Ende, Michael, El ponche mágico, ed. SM, Madrid, 1993.
Der satanarchäolügenialkohöllische Wunschpunsch, 1989

Toda la acción sucecde el día de San Silvestre, 31 de diciembre, por lo que es un buen día, ese o los inmediatamente anteriores o posteriores, para leerlo. No es muy largo y cuenta una historia a modo de cuento muy original entre dos magos enfrentados. Es divertida y adictiva, entretenida. Es más infantil que las otras obras, como los libros de Jim Botón. De todos modos, como todos los libros de Ende, puede leerse a cualquier edad. Yo lo hice de mayor y me gustó mucho. Lo releeré este fin de año.

Ende, Michael, La prisión de la libertad, ed. Alfaguara, Madrid, 1993.
Das Gefängnis der Freiheit, 1992.

Otra magnífica colección de cuentos para adultos. Son ocho, de extensión variada. Aunque muy diferentes entre sí, el tema de la libertad se da en la mayoría de ellos, como el que le da título al conjunto, cuyo argumento responde literalmente al título. En tres de los cuentos escribe Ende de las dimensiones imposibles, dándole un inesperado tratamiento humorístico en  Sin duda algo pequeño.Los otros donde trata de espacios irrealizables son El pasillo de Borromeo Colmi y La casa de las afueras. En mi opinión, los mejores son el primero, La meta de un largo viaje, que inspira la magnífica ilustración de la portada, de Araceli Sanz, y el sexto, Notas de Max Muto, viajero por el mundo del sueño, relato que contiene toda una poética del modo de obrar de Michael Ende para hilvanar las tramas de sus historias de modo coherente pese a lo diverso de personajes, ambientes y situaciones. En este sentido, por ser el más fantástico, es el que más recuerda a La historia interminable y, por momentos, algún relato de El espejo en el espejo. Aparece aquí, por cierto, el motivo de los hombres cubiertos de letras y de la escritura prácticamente indescifrable: los problemas de comunicación, como en al menos dos cuentos de El espejo en el espejo. También La prisión de la libertad destaca especialmente, más en su desarrollo que en su conclusión. El arranque lo presenta, con exactitud, inspirado en los cuentos de Las mil y una noches, ya anunciada esta fuente de inspiración desde su subtítulo: Cuento de la mil y once noche.

Ende, Michael, Carpeta de apuntes, ed. Alfaguara, Madrid, 1996.
Michael Ende's Zettelcasten, 1994.

En este libro se reúnen 113 textos de todo tipo: cuentos, reflexiones, poemas, aforismos... También escribe Ende sobre su propia literatura, como en Tortugas, donde explica por qué le gusta tanto ese animal y lo incluye en muchos de sus libros, o lo que debe ser (o no ser) la literatura infantil, cartas a lectores, preguntas a lectores, recuerdos y, y esto es de lo más interesante, ideas para cuentos. Si las hubiese desarrollado, ¡qué joyas saldrían!¡Qué libro tan maravilloso hemos perdido! Esta es otra ocasión de llanto para la literatura, comparable a la pérdida del segundo libro de la Poética de Aristóteles, del que tanto se ha hablado.
Este libro, por su naturaleza y variedad es también, en cierto sentido, interminable. Entre las Cuarenta y cuatro preguntas al amable lector las hay verdaderamente profundas. Algunas me suenan, más o menos, como típicas o clásicas de la filosofía: "Si cambian nuestras representaciones de la realidad, ¿cambia también la realidad?" (¿no se planteaba algo así Descartes?). Otras se enfocan hacia la literatura, y no tienen fácil respuesta: "La Biblia, que habla de ángeles, demonios y milagros, ¿pertenece a la literatura fantástica?" o "Cuando varias personas leen el mismo libro, ¿leen realmente lo mismo?". Ataca la crítica literaria avasalladora: "Si Kafka quiso decirnos con sus novelas lo que interpretan sus intérpretes, ¿por qué no lo dijo él?". Algunas merecen enmarcarse: "¿Ha conocido usted jamás a una persona como todo el mundo?". También hay reflexiones irónicas o jocosas sobre medioambiente y sociedad. Bueno, cada lector encontrará sus apuntes favoritos. A mí me gustan especialmente Nunca más, Anrula y Conversación en lo profundo. En otros blogs pueden encontrarse total o parcialmente este y otros libros. Este, de momento, sigue estando en librerías, a buen precio, y es el últmo libro suyo, ya que falleció en 1995. 
Nunca más escribirá otra línea, pero las que escribió son eternas.




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