martes, 2 de octubre de 2012

Bruce Sterling (II)

(Ver también Bruce Sterling I)
Sterling, Bruce, Islas en la red, ed. Destino, Barcelona, 1990. Trad. Domingo Santos.
Islands in the Net, 1988.

A la pacificación total del mundo contrinbuyen conglomerados empresariales como Rizome. Estas empresas son algo más que zaibatsus a la japonesa (aparece el término en el libro), ya que llegan a sustituir incluso a los estados nacionales en misiones diplomáticas y sus "empleados" forman matrimonios, amistades, etc. 
En una de esas delicadas misiones diplomáticas destinada a acabar con las guerras entre los paraísos de datos y con esos paraísos en sí (estas son las islas en red a las que alude el título), se ven involucrados Laura Webster y su marido, David. Asesinan en su Albergue a uno de los representantes de paraísos, el de Granada, y eso desata la guerra entre Granada y Singapur, aunque Mali reivindica el atentado, pero nadie los cree porque está en África, y allí todo es desastroso. El matrimonio, acompañado por su bebé (Loretta), cree necesario contribuir a la investigación y apaciguamiento entre las naciones de Granada y Singapur y con este objeto se dirigen a Granada. Allí están conectados con Rizome mediante un alucinante aparataje de gafas-cámara, micros, etc. Esta parte del libro recuerda a la de La era del diamante, de Stephenson, cuando el protagonista va a ver una extraña obra de teatro a un barco. En la novela de Sterling también visistan un enorme barco donde se fabrica comida, nada menos. Lo mismo se inspiró Stephenson aquí para lo suyo. El caso es que luego Laura viaja a Singapur y termina, dada por muerta, en la vergonzante África, refugio de la criminalidad mundial, donde parece que la pacificación mundial ha sido un espejismo y va a volver a empezar todo de nuevo: guerras, conflictos, armas...
El relato es de corte más clásico que los anteriores que comenté de Sterling. Aquí aparece desde la primera línea a la última una única protagonista, Laura, cuyas peripecias se cuentan muy de cerca siguiéndola por todo el mundo en una narración lineal sin alteraciones cronológicas. Las referencias son reconocibles: nos encontramos en el cercano año 2023 al inicio de la novela (ahora más cercano que cuando se publicó el libro en 1988) y unos dos o tres años más tarde al final. Se alude a hechos conocidos y, pese al título y motivo, no destaca la presencia de la red, de internet, un acierto teniendo en cuenta que en el 88 estaría en pañales y sería difícil presuponer su alcance. Aún así, Sterling parece extrañamente clarividente por momentos (ya hemos tenido un presidente negro en los Estados Unidos, dice un personaje, y para 2023 es posible que solo haya sido Obama; manejan ecus, antepasado malogrado del euro; su Viena se parece a una CIA mundial). Las escenas de caos revolucionario y bélico están muy bien trazadas, así como el psicologismo de una Laura aislada y encerrada por más de dos años en una celda, episodio este de inesperada quietud en un relato tan tumultuoso.
La traducción, del conocido Domingo Santos, es buena, pero traducir "hardware" como "ferretería" no es muy logrado, y menos en temas informáticos. Por otra parte, los términos en francés, japonés y alemán, por muy intrascendentes que sean, no deben pasarse por alto, especialmente gesellschaft (compañía, sociedad...), que creo que lo usan los de Rizome para referirse al mundo de fuera.
Un detalle técnico: en las páginas 356-357, Laura pasa sin transición de un submarino a un avión sin mayores consecuencias. Esto, como sabemos, le produciría un síndrome de descompresión, detalle que parece escapársele al autor, lo cual me sorprende.
La novela, en fin, es mucho más legible que otras del autor, por lo que es buena para comenzar por esta. Sin embargo, está descatalogada. A ver si la reeditan pronto: se lo merece.


Sterling, Bruce, El fuego sagrado, ed. B, Barcelona, 1998. Trad. Pedro Jorge Romero.
Holy Fire, 1996.

La inmortalidad, tema querido de Sterling, se repite en este título, en este caso buscándola a través del arte. Se supone que de eso trata En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Pero aun con similar tema, no podía ser más dispar. Esta novela trata de una mujer muy mayor, Mia Ziemann, que con casi cien años se somete a un proceso de rejuvenicimiento avanzado que la reconvierte en una veinteañera. Se escapa a recorrer Europa y allí se dedica, como alimento de ese fuego sagrado que es el arte, a recibir clases de fotografía de un maestro. Bueno, y conoce a gente, se echa novietes, etc. El contexto lo ofrece una sociedad utópica donde todos viven bien, no hay robos, uno se puede colar en los aviones para ir a donde le apetezca, la policía es sumamente amable y los perros no solo hablan gracias a implantes, sino que además filosofan y presentan programas de televisión. El gran problema de esta sociedad es que los jóvenes se aburren y no encuentran su sitio... Vale. Yo no sé si con estos mimbres se puede confeccionar un buen cesto (lo dudo), pero sí sé que Sterling no lo ha conseguido. La novela aburre casi desde el principio. Superado el planteamiento y primera acción importante (presentación de ambiente y personajes y decisión de Mia de operarse, resultado positivo y escapada de esta al ancho mundo), el material novelístico se diluye en un seguimiento de la protagonista que no hace nada especial: conoce gente, se mete a modelo y luego hace fotos. Ni ella ni los demás personajes ni los acontecimientos conducen a ningún sitio. Lo peor no es esto, sino que ni siquiera se da tensión, ritmo, suspense. Cuesta avanzar por páginas de árida insulsez hasta el punto de que la tentación de abandonar la lectura resulta casi irresistible. A juzgar por los últimos libros de Sterling editados en España, desde el anterior (Islas en red) hasta el siguiente (Distracción), el camino ha sido descendente. Es una lástima tener que decir esto del autor de los magníficos relatos de Crystal Express y de Cismatrix. Veremos cómo evoluciona.



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