domingo, 8 de abril de 2012

Muerte de la luz


Martin, George R. R., Muerte de la luz, ed. Gigamesh, Barcelona, 2011.
Dying of the Light, 1977.



Escrito por un joven George R. R. Martin, el relato merece también un lector joven capaz de conmoverse por el romanticismo del reencuentro entre los antiguos enamorados (Dirk t'Larien y Gwen Delvano), el honor del protagonista y la redención del tercero en discordia (Jaantony Riv Lobo alto-Jadehierro Vikary) entre otras cosas, en el marco de un mundo moribundo a la deriva.
Para mí, lo mejor del libro son las visitas y encuentros en ciudades decadentes, acabadas, aún vivas pero por poco tiempo, con sus maravillas para los ojos de casi nadie. Lo peor, el esfuerzo inconsecuente por inventar una cosmovisión y todo un universo, presente en todo el texto en forma de interminables nombres y sus explicaciones, costumbres, sus causas, sus implicaciones, etc. Gran número de párrafos son para ilustrar lo que es un teyn, una betheyni, las rivalidades entre clanes, el porqué antropológico de los usos del planeta Worlorn y blablablá sobre algo que no requería tanto espacio ni aún un glosario de 94 términos que se leen con interés pero sin consecuencia, y menos en una novela única, que no forma parte de ninguna serie.
Este esfuerzo narrativo por solo una novela (no tantas y tan voluminosas como las que luego escribirá como Canción de Hielo y Fuego) dice mucho, y bien, del afán relator del autor, y por eso decía que merece un lector joven que aprecie este gesto -esta gesta- narrativo tan inútil y superfluo como romántico y bello.

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