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Tarde de domingo en la isla de la Grande Jette, Georges Seurat |
¿Vale la pena invertir mucho tiempo en leer esta larguísima novela? Rotundamente, sí. Es una auténtica maravilla, literatura en estado puro. Ahora bien, si leer
En busca del tiempo perdido es ya difícil por su volumen y
sus características (apenas hay acción como se entiende en la narrativa
actual; abunda la descripción superpormenorizada de comportamientos y
mentalidades analizada hasta la saciedad; la descripción, bellísima, de
cuadros naturales y sociales; las oraciones son tan largas que cuesta
seguir su curso a través de los meandros en que se remansa y dispersa;
la nómina de personajes es increíblemente larga; se alude a
acontecimientos dados por sabidos como la política internacional
francesa de fines del XIX o el asunto Dreyfus, por citar algunos ejemplos de a lo que me refiero), más difícil aun es
hacerlo sin guía, ya que la más reciente se incluye en los tres
volúmenes publicados por la editoria Valdemar en edición de Mauro
Armiño, y que no es precisamente económica ni sucinta. Además, esta no se
encuentra (que yo sepa) publicada en internet. En la web apenas si hay
información práctica en español sobre la novela, aparte del penoso
artículo de la Wikipedia y otros que lo copian sin más, emperándolo más
aún. Por eso, sin ánimo de ofrecer una entrada exhaustiva,
lo que ofrezco es al menos una guía de temas, argumentos y personajes básicos para no
perderse demasiado en ese laberinto.
ÍNDICE
0. Partes y años de la novela.
1. Personajes principales.
Entorno de Combray (7): Francisca / Charles Swann / Gilberta / Vinteuil / Hija de Vinteuil / Madame Sazerat / Los Larivière.
Familia y amigos del protagonista (17): Protagonista / Madre / Padre / Abuela Matilde / Abuelo Amédée / Tía Leonicia / Tío Adolfo / Celina y Flora / Robert, marqués de Saint-Loup-en-Bray / Albert Bloch / Salomon Bloch / Nissim Bernard / Una hermana de Bloch / Albertina Simonet / Rachel / Charlie Morel.
Entorno de Swann, los Verdurin y otros (burgueses y artistas) (14): Odette de Crécy / Los Verdurin / Biche - Elstir / Cottard / Leontina / Dechambre / Forcheville / Saniette / Brichot / Sherbatoff / Ski / Bergotte / Berma / Léa
Círculo de los Guermantes y otros nobles (16): Duquesa de Guermantes (Oriana) / Duque de Guermantes (Basin) / Barón de Charlus (Palamède) / María, condesa de Marsantes / Marquesa de Villeparisis (Madeleine) / Norpois / Príncipes de Guermantes (Gilbert y María) / Princesa de Parma / Los Courvoisier (marquesa de Gallardon) / Marquesa de Cambremer (Zélia) / Marqués de Cambremer (Cancan) / Marquesa de Cambremer / Conde de Crécy (Pierre de Verjus) / Marquesa de Surgis-Le-Duc / Victurnien y Arnulphe.
2. Temas y resumen por volúmenes.
3. Traducciones al castellano.
- Citas de En busca del tiempo perdido (entrada aparte).
O. PARTES Y AÑOS DE LA NOVELA
En busca del tiempo perdido constituye una única novela escrita por Marcel Proust y dividida en siete volúmenes. No todos se publicaron en vida del autor (1871-1922) y este no pensaba dividir de esta forma su obra, que la concibió con más apartes, pero así es como está ahora.
En busca del tiempo perdido (1913-1927).
À la recherche du temps perdu.
I. Por el camino de Swann (1913).
Du côté de chez Swann.
II. A la sombra de las muchachas en flor (1919).
À l'ombre des jeunes filles en fleur.
III. El mundo de Guermantes (1922).
Le côté de Guermantes.
IV. Sodoma y Gomorra (1923).
Sodome et Gomorrhe.
V. La prisionera (1925).
La prissionère.
VI. La fugitiva o
Albertine desaparecida (1927).
Albertine disparue.
VII. El tiempo recobrado (1927).
Le temps retrouvé.
Del tomo VI existe una versión reducida encontrada en 1986 y que parece ser que es la que dio por definitiva. En España la publicó Anagrama en 1988 traducida por Javier Albiñana.
Suele publicarse independientemente el segundo capítulo del primer tomo:
Unos amores de Swann. Sirve para hacerse una idea del contenido, estilo, etc. del autor y ver si merece la pena a cada uno seguir leyendo o no.
El tiempo interno de la novela, la época en que se sitúa, abarca unos 40 años: de 1879 a 1919.
El tiempo de (re)lectura en mi caso ha sido de 3 meses y 9 días (del 29 de junio al 8 de octubre de 2013).
1. PERSONAJES PRINCIPALES
ENTORNO DE COMBRAY
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Illiers-Combray |
Combray es el pueblo donde veraneaba la familia del
protagonista. Desde la casa donde se alojaban, la de la prima hermana de
la abuela, la tía Léonie, realizaban Marcel y sus padres excursiones o
paseos sobre todo siguiendo dos caminos: el corto, que iba a la finca
de los Swann, y el que seguía el curso del río Vivonne hasta las
propiedades de los Guermantes.
Francisca (Françoise): es la criada de la tía Léonie, pero a la muerte de
esta se traslada a París a servir a la familia de Marcel. Posee un
carácter contradictorio que Marcel, extrañado, intenta analizar (¡cómo
no!) especialmente por sus fuertes simpatías y antipatías, algunas aparentemente
arbitrarias y caprichosas. Le tiene ojeriza a Albertine, como se la tenía a Eulalia. Es una excelente cocinera.
Habla con su hija en un dialecto que deja de emplear cuando Marcel lo aprende.
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El nacimiento de Venus, Botticelli (detalle) |
Charles Swann: Pelirrojo de ojos verdes,
agente
de bolsa, vecino de Combray con domicilio en París. Su padre era amigo
del abuelo de Marcel, y el hijo hereda esta amistad. Apenas trabaja; se
dedica, a ratos, a escribir estudios sobre pintura; es especialmente
afinicionado a Vermeer de Delft, Giotto y Botticelli. Es judío, algo que
cobrará importancia a partir del tercer tomo,
El mundo de Guermantes,
cuando se trata el asunto Dreyfus. También es mujeriego, al menos hasta
su matrimonio. Su mujer, Odette, no es bien recibida por sus amistades
(en vida de él; luego sí),
tanto la familia de Marcel como la alta nobleza parisina, lo cual hará
que Swann descienda en la escala social hasta regodearse de recibir en
su casa a burgueses sin importancia a los que su círculo de amistades
anterior: los Guermantes (es muy amigo de la duquesa), el príncipe de
Gales, etc. habría aborrecido.
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El verdadero Swann, por James Tissot |
Lo encontramos gravemente enfermo al final del tomo III. En el siguiento nos enteramos de su fallecimiento.
Gilberta (Gilberte): Hija de los Swann. A Marcel le impresiona cuando la ve brevemente en
Combray durante uno de sus paseos por el camino de Swann.
Posteriormente, se hará amigo suyo y se enamorará de ella en París
jugando con ella y su pandilla en los Campos Elíseos. Es un amor no
correspondido al que finalmente, con gran dolor, renuncia. Gilberta terminará casándose con Saint-Loup y teniendo una hija con él, una Guermantes (tema del ascenso de la burguesía).
Legrandin: Vecino de Combray, ingeniero. El padre del protagonista se disgusta con él porque
apenas le saluda cuando va acompañado de alguna aristócrata. Lo hace
porque adolece del pecado que no tiene remisión: el esnobismo. Su
hermana es la nuera de la marquesa de Cambremer. Aunque los Cambremer
tienen casa en Balbec, Legrandin no da esa información a la abuela de
Marcel ni a este porque no quiere recomendar estos plebeyos a una noble, aunque más tarde Marcel la conocerá en la Raspelière.
Es
tan esnob, que se hace llamar Legrand de Méséglise, algo de lo que se
ríen Marcel y el conde de Crécy. No obstante todo esto, se muestra muy
generoso con la madre de Marcel cuando esta acude a Combray a cuidar de
su tía enferma, porque el esnobismo es una enfermedad grave del alma, pero localizada y que no afecta a toda ella.
Vinteuil: Antiguo profesor de piano de las tías abuelas de Marcel, es el autor de
la sonata preferida de Swann, aunque este lo duda porque no le tiene en
buena estima y no se sabrá hasta mucho después. Su obra maestra es el Septeto estrenado en casa de los Verdurin en el tomo V. Seguramente, su modelo más probable sea César Franck en cuanto a vida y Septeto. Para la frase de la sonata, al parecer se inspiró en Saint-Saëns. Más información y vídeos pueden verse en este magnífico
blog.
Hija de Vinteuil: Criada por su padre (es viudo), dará mucho que hablar por sus
relaciones lésbicas. El protagonista le descubre una vena masoquista al
espiarla involuntariamente por la ventana de su cuarto cuando ella está
con su amante. Al final del tomo IV descubre Marcel que Albertina es
amiga suya, lo cual le causa gran inquietud y celos. Mademoiselle Vinteuil será la encargada de poner en limpio los papeles de su padre que descubren el Septeto.
Madame Sazerat: Vecina de Combray. Saluda fríamente al padre del protagonista por ser
ella dreyfusista y él del bando contrario. No obstante, en Combray
ofrece comidas a la madre cuando esta va a cuidar de su tía enferma. Marcel y su madre se la encontrarán en Venecia, donde ella les cuenta que la señora de Villeparisis, entonces duquesa de Havré, arruinó y luego abandonó a su padre.
Los Larivière: Únicas
personas reales, personas que existen en un libro
donde no hay un solo personaje "con clave", según el autor. Son unos primos millonarios de Françoise que vuelven a trabajar en una taberna gratis para ayudar a la mujer de un primo suyo caído en la primera guerra mundial. Proust dice transcribir
su nombre verdadero con infantil placer y profunda emoción en memoria de los buenos franceses durante la guerra.
FAMILIA, AMIGOS Y CONOCIDOS DEL PROTAGONISTA
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Retrato de Marcel Proust |
Protagonista: En realidad, carece de nombre, aunque le llamaré Marcel por su frase del libro quinto:
[Albertina]
decía:
"Mi" o "mi querido", segidos uno y otro de mi nombre de pila, lo que,
dando al narrador el mismo nombre que al autor de este libro hubiera
sido: "Mi Marcel", "mi querido Marcel".
Es el narrador de todo en primera persona, salvo del apartado
Unos amores de Swann,
donde también aparece su "yo", si bien esporádicamente. Es muy
observador, inteligente, reflexivo y enfermizo. También es muy celoso. Frecuenta los
salones de la alta sociedad y, al principio, le atrae la nobleza, no
exactamente por esnobismo, sino por lo que le evocan sus nombres y
títulos. Le atraen igualmente la naturaleza y el arte y su objetivo es
dedicarse a escribir, algo que intentará finalmente. Lo que leemos es,
se supone, el esbozo de la novela que escribirá para que todo ese tiempo
reflejado ahí no caiga en el olvido. Será eso en definitiva, el arte,
lo que salve el tiempo, lo que haga que este no se pierda.
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Adrien Proust retratado por Nadar |
Este
protagonista aporta mucha información, pero también es mucha la que no
facilita. Por ejemplo, en el tercer tomo alude, muy de pasada, a
un desafío que yo había tenido,
o sea, un duelo con testigos del que no se dice ni una palabra más en
la novela. Conviene no tomarlo a pies juntillas por el propio autor,
Marcel Proust. La novela tiene mucho de autobiográfico, pero no es una
autobiografía, ni siquiera novelada. Es ficción, y su protagonista es un
personaje, como todos los demás que aparecen, no una persona. Solo son
reales los nombres de escritores y políticos. Encontrar coincidencias y
personajes reales escondidos bajo los ficticios es algo que la crítica
de Proust hace habitualmente y tiene su interés, pero esto es, repito,
ficción, no un juego de quién es quién. El mismo autor lo declaró así en
la novela, en una cita de las que reproduzco
aparte.
A los nobles y amigos que conoce les gusta por su
charla inteligente y amena, aunque apenas ofrece muestras de ella
(reproduce parte de una en el volumen II, cuando visita a Saint-Loup en
Doncières y otra en el V) y tampoco transcribe sus respuestas a las preguntas que le
dirigen. Es falso y engañoso suponer que se sabe todo de él, o mucho,
porque es tanto lo que dice como lo que no.
Del mundo de la alta
sociedad es muy amigo del Gran Duque de Luxemburgo, al que defiende de
las malevolencias de la duquesa de Guermantes y otros que se ríen de su
boda con la hija de un "molinero".
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La visita, Félix Vallotton |
Madre:
De ella no se dice el nombre, ni aparece demasiado en la novela excepto
al principio del todo, cuando el protagonista recuerda el sufrimiento
que le producían las visitas de Swann porque podían privarle del beso de
buenas noches que le daba su madre. No consta tampoco profesión.
Destaca el deseo de agradar a su marido cuando se fuerza a sí misma a
que también, como a él, le guste el señor de Norpois, al que ella no
encuentra tan genial como su cónyuge. Viaja con su hijo a Balbec la
segunda vez que este va, pero apenas asoma por estas páginas. También acompaña a su hijo a Venecia en el tomo VI. A la
muerte de su madre, hereda algo de su carácter y su gusto por leer y
citar a todas horas a Madame de Sevigne. No le gusta que Albertina se mude a su casa, pero no lo dice abiertamente porque no quiere disgustar a su hijo.
Padre: Tampoco se dice el nombre. Trabaja en algo relacionado con el
Ministerio de Asuntos Exteriores (o como se llamara allí y entonces), donde es
colega del señor Norpois, del cual se hace amigo. Se sabe que es
antidreyfusista por cómo le trata la señora de Sazerat, pero apenas si
asoma por la novela más allá de los dos primeros libros.
Abuela Matilde (Bathilde): Es una de las
personas más queridas por Marcel, con el que se va de vacaciones a
Balbec. En el transcurso de estas vacaciones, la abuela sufre un
síncope, pero no lo sabremos, porque Marcel tampoco se entera, hasta
mucho después, en el tomo cuarto. Es amiga de la marquesa de
Villeparisis, a la que conoce casualmente en misa y con la que se
reencuentra tiempo después en Balbec. Muere en el
tercer tomo. Pocas páginas
después se dice
que fueron sus padres los que "le habían escogido esposo". Está, pues,
casada, pero el
Abuelo, Amédée, no aparece apenas. El abuelo era amigo del
Swann padre. Solo se dice que tomaba
coñac con gran disgusto de su mujer y que tenía bastante calado a Swann
hijo y a otros, a los que recibía con fragmentos de canciones alusivas a
algún aspecto de su personalidad o condición social. Sobrevive a su
esposa, pero no aparece más allá de esta noticia.
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Bulevar St. Denis en París, Jean Béraud |
Tía Leoncia (Léonie): Propietaria de la casa
de Combray, no salió de su cama en siete años, hasta su muerte, tras
enviudar de su marido Octave. Se enteraba de los cotilleos del pueblo
además de por Françoise, por Eulalie, "muchacha coja y sorda, muy
activa". También recibe las agotadoras visitas del cura. Dice que no
duerme nunca, pero Marcel la sorprende en alguna de sus siestas. A su
muerte, los padres de Marcel heredan algunos muebles y pasa Françoise,
su criada, a su servicio en París.
Tío Adolfo
(Adolphe): Hermano del abuelo, militar. La familia deja de hablarse con
él cuando Marcel les cuenta que el tío le ha presentado a una dama de
rosa en su casa de París. Esta dama es Odette de Crécy, futura señora
Swann. Tiene cuarto en la casa de Combray, pero no va por esta mala
relación con la familia.
Celina y Flora
(Céline): Hermanas de la abuela. Son sumamente discretas y delicadas,
lo cual les hace ser un poco risibles a veces por su forma de dar a
entender sin ser claras. No van a ver a su hermana cuando se encuentra
gravemente enferma por quedarse escuchando cuartetos de Beethoven. La
familia atribuye este comportamiento a su chifladura más que a maldad.
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Robert d'Humières, por Nadar |
Robert, marqués de Saint-Loup-en-Bray: Se lo presenta a
Marcel la marquesa de Villeparisis, tía de Robert, en Balbec. Aunque al
principio no le causa buena impresión por su frío saludo, pronto
descubrirá el protagonista que esta forma de saludar es un rasgo de los
Guermantes y se harán muy buenos amigos. Como militar, pasa largas
temporadas en Doncières, lugar cercano a Balbec y a donde va a visitarlo
Marcel.
Robert pasa por ser de los jóvenes más elegantes de
su generación. Durante mucho tiempo está prometido a Raquel, chica que
quiere ser actriz, antigua conocida de Marcel, a la que colma de regalos
en parte porque ella le desdeña y se divierte causándole celos.
Aunque da puñetazos a un hombre por insinuársele en la calle (tercer tomo), descubriremos en el último
que también es homosexual y que acude a casas de citas para hombres. Ya
se adelantó algo antes al hablar de él y tres amigos suyos, conocidos
mujeriegos que, sin embargo, son atraídos por los hombres, si bien por
separado y sin que los demás lo sepan. Pese a este adelanto, descubrir
los sitios que frecuenta, como el burdel de hombres de su tío, es bastante sorpresivo, otro de los inesperados
giros proustianos, similar al de la conversión de la Verdurin en
princesa, máxime cuando es la época en que Robert ya está casado con
Gilberta Swann, con la que tiene una hija. Esta quedará huérfana al morir su padre en la primera guerra mundial
.
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Pintura de Jean Béraud |
Albert Bloch: Amigo judío de Marcel. Quiere ser dramaturgo y habla de una forma
bastante pedante. Es el que primero habla a su amigo del escritor
Bergotte. Es muy maleducado y grosero, lo cual le granjea antipatías.
Uno de los momentos más cómicos de la novela es cuando la señora de
Villeparisis le expulsa de su salón montando un numerito sin que él se
entere de lo que realmente ocurre. El tiempo curará su mala educación y se codeará con la alta sociedad con el nombre de Jacques du Rozier.
Su padre,
Salomon Bloch, se jacta de conocer a
ciertas personas sin que sea verdad: las "conoce sin conocerlas", de
vista. Es un poco avaro. De su tïo,
Nissim Bernard, al que se
presenta como un mentiroso ridículo en el segundo tomo, se sabrá en el
cuarto que está enamorado de un camarero del Gran Hotel de Balbec.
Por
mediación de su sobrino, presta 5.000 francos a Morel. Además, contribuye
indirectamente a que no se tomen represalias hacia
una hermana de Bloch que ha escandalizado a los clientes del Gran Hotel por su descaro en las caricias prodigadas en público con otra mujer.
Albertina Simonet (Albertine): Sobrina de la señora de Bontemps, con la que vive por ser huérfana de
padre y madre. El protagonista la ve en Balbec con su grupo de amigas y
se enamora de ella, además de alguna de sus amigas. Cobra gran
protagonismo a partir del quinto tomo, cuando Marcel la lleva a vivir a
su casa sin apenas dejarla salir porque es muy celoso y sus sospechas de
que Albertina ha mantenido relaciones con otras mujeres se confirman
cuando ella le dice que es muy amiga de la hija de Vinteuil
. La relación, pues, atraviesa muchos altibajos por la desconfianza de Marcel
en ella. Durante esta relación se explora en la novela el tema del amor
y los celos.
Muere en el sexto tomo debido a un accidente ecuestre.
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Escaparate de París, Atget |
Raquel: Llamada
Rachel quand du seigneur (título de un aria de la ópera
La judía,
de Lévy Halévy) por Marcel y Bloch, es prostítuta de un burdel que
frecuentan ambos. La llaman así porque ella le decía al ama que aunque
no estuviera, volvería si era reclamada por algún señor. Esa misma
Raquel es, por un tiempo, la novia de Saint-Loup, al que ella trata bastante mal y le
sablea. La duquesa de Guermantes y otros se ríen de sus pésimas
interpretaciones teatrales. Pese a ello, encontraremos a Raquel en el últmo volumen como protegida por la duquesa, que la presenta como una gran actriz, superior a la Berma.
Charlie Morel: Hijo del mayordomo del tío Adolphe, lo conoce el protagonista cuando
Morel acude a su casa para entregarle unas fotos y postales que le legó
su tío, entre las que se encuentra un retrato de Odette como Miss
Sacripant.
Lo reencontramos convertido en un virtuoso violinista seguido
por el barón de Charlus. Es un personaje un tanto ambiguo,
caracterizado como egoísta, arribista y aprovechado. Le gustan las
mujeres y sale con la sobrina de Jupien, pero a la vez alterna con
hombres, de los cuales destaca Charlus y el príncipe de Guermantes, el
cual le paga 50 francos por pasar la noche con él en la casa de mujeres
de Maineville. Marcel le escucha desde el patio llamándole "so zorra" a su novia, un detalle más de su odioso carácter.
ENTORNO DE SWANN, LOS VERDURIN Y OTROS (BURGUESES Y ARTISTAS)
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Escaparate parisino. Foto de Atget |
Odette de Crécy: Es una
cocotte o
"mujer de vida alegre" con amantes que la mantienen. Conoce a Swann porque se lo presenta Charlus. El enamoramiento de Swann y sus celos se
narran en el capítulo en retrospectiva
Unos amores de Swann, donde este termina dejándola, desengañado ("
¡Cada vez que pienso que he malgastado los mejores años de mi vida [...]
todo por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!").
Aunque sabe de sus amantes hombres y mujeres, sin embargo terminará
casándose con ella y teniendo a su hija Gilberta.
Marcel admira a la
señora de Swann a la que elogia su forma de vestir, algo que también
reconoce la duquesa de Guermantes.
Además
de como Crécy y Swann, aparece como la "Dama de rosa" que conoce Marcel
en casa de su tío Adolfo, y retratada como Miss Sacripant en una
acuarela de Elstir (el Biche de los Verdurin), acuarela que reaparecerá
en fotografía al recibir Marcel parte de las pertenencias de su tío
Adolfo cuando este muere.
Es
una mujer elegante y con habilidades sociales, si bien de limitada
cultura y arribista, ya que no duda en cambiar de postura sobre Dreyfus,
en pasar de apoyarle a ser contraria, pese a estar casada con un judío,
por abrirse paso en salones donde de otra forma no sería recibida, como
el de la marquesa de Villeparisis y los Guermantes. Le gustan mucho las
flores y el inglés, idioma del que intercala palabras en su
conversación.
Al final, la encontraremos casada con Forcheville y amante de un octogenario duque de Guermantes.
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Eclipse en abril de 1912. Foto de Atget |
Los Verdurin: Marido (Gustave) y mujer
dirigen este salón al que acuden burgueses y artistas. Les gustan las
artes a la última, en música, pintura o escultura (Gustave fue crítico de arte). Es fiel Odette de
Crécy, que se cita allí con Swann. La señora de Verdurin ambiciona subir
en la escala social, algo que logrará con creces cuando, casi al final
de la novela, la vemos, en un desconcertante e impensable giro,
convertida nada menos que en princesa (no duquesa) de Guermantes al
casarse con el príncipe viudo (ella también había enviudado).
Exigen
dedicación plena de los fieles a su salón, por lo que el peor defecto
que encuentran en los demás es que frecuenten lugares más elegantes y
que no les rían las gracias, consistentes a menudo en criticar a gente
más encumbrada que ellos a la que no conocen. Swann no entrará en ese
juego, por lo que terminará siendo expulsado del salón.
Aparecen, sobre todo, en la narración de
Unos amores de Swann. Los reencontramos en
Sodoma y Gomorra junto al barón de Charlus y en alguna ocasión más. Al protagonista no le caen demasiado bien.
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Nymphs, de Albert Aubert. mica 12244 art en flickr.com |
Biche: Pintor asiduo al salón de los Verdurin. Allí dice tonterías, como
todos, pero es capaz de mantener conversacines serias sobre pintura con
Swann, al menos cuando no le escuchan los demás y se ve obligado a
soltar gracias tontas. Años después aparece afincado en Balbec como el
famoso pintor (impresionista) Elstir.
Aunque reniega de su pasado con los Verdurin y no los trata, es el único que lamenta profundamente la muerte de Gustave Verdurin.
Podría responder en la
realidad a Albert Aublet o a Paul César Helleu.
Cottard: Médico notable y académico que además de frecuentar a los Verdurin,
cena con los padres de Marcel. Le cuesta comprender las frases hechas,
así como los chistes, lo cual hace que Swann le considere un imbécil,
pero compensa con su buen hacer de médico. Va acompañado de su mujer,
Leontina (Léontine) más discreta y buena persona, cuyo honor defiende
ante el barón de Charlus cuando este no la ofrece asiento. Descubre al
protagonista la supuesta homosexualidad de Albertine y Andrée.
Debemos
recordar que el padre de Proust, Adrien Proust, era un reconocido médico
de la época, tanto en Francia como en el extranjero.
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Catleyas |
Dechambre: El pianista protegido por los Verdurin, a cuya casa acude con su tía.
Nos enteramos de su fallecimiento en el tomo cuarto. Ya no frecuentaba a
los Verdurin, por lo que la señora no habla bien de su etapa posterior.
Forcheville: Militar conocido de Swann, este se siente celoso cuando él se interesa
por Odette, con la que llegará a mantener relaciones. Cae bien a los
Verdurin por sus bromas rudas y su trato directo.
Se casará con Odette siendo esta viuda de Swann.
Saniette: Tímido asistente a los
miércoles
de los Verdurin. La señora termina expulsándole de su salón más que
nada por soso. Le encontramos readmitido al círculo en
Sodoma y Gomorra,
donde es el hazmerreír del señor Verdurin. Es de los miembros a los que
más estiman Swann y Marcel.
Pese a la rudeza con que le tratan los Verdurin, estos le pasarán una dieta vitalicia de forma anónima, sin que nadie lo sepa, cuando Saniette se queda en la ruina por haber realizado unas desastrosas inversiones en bolsa.
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Hall de la Sorbona |
Brichot: Profesor de la
Sorbona. En casa de los Verdurin se desinhibe y permite tontas bromas a
cuenta de personajes históricos. Que Swann no le ría las gracias es
algo que no sienta bien a los anfitriones y precipita su caída.
Lo
reencontramos en el tomo IV casi ciego y en no muy buenas
relaciones con el "cogollito" por ir a veces a comer con los Cambremer,
ya que está enamorado de la señora Legrandin.
Sherbatoff: Princesa rusa, la más fiel a los Verdurin. La conocemos cuando estos
veranean en la propiedad de los Cambremer, la Raspèliere.
Es una anciana
dama tímida sin apenas vida social. Deja de hablarse con el
protagonista por algo sin importancia. A su muerte, la señora Verdurin fingirá que no la aguantaba ya para no tener que suspender la recepción que daba ese día (la organizada por Charlus), en un episodio paralelo al del duque de Guermantes cuando se entera de la muerte de su primo.
Ski (Viradobetski): Escultor polaco que anda con el grupo. Conoce a Elstir, pero no se soportan porque, en cierto modo, se parecen.
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Anatole France, por Nadar |
Bergotte: Escritor cuyas novelas lee Marcel durante los veranos en Combray por recomendación de Bloch. El protagonista se sorprende mucho cuando descubre que es un autor vivo y que frecuenta a los Swann. Cuando lo conoce, le decepciona por su fealdad (la nariz acaracolada, especialmente) y su voz y expresión oral, que no encuentra coincidente con la de sus escritos; aunque posteriormente sí hallará relación entre ambas.
Como con Elstir y Vinteuil, el autor comenta al menos dos etapas en su creación. En el caso de Bergotte, a Marcel le van gustando cada vez menos sus libros, aunque reconoce la maduración de su estilo.
Muere en el tomo V tras ir a ver por última vez la
Vista de Delft, de Johannes Vermeer, al museo.
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Cartel de 1896 de Alfons Mucha |
Aunque no responde a un único escritor concreto, parece ser que su retrato se aproxima al escritor real y amigo de Proust Anatole France.
Berma: Conocidísima actriz (en la novela), la mejor de su tiempo, destacada intérprete de clásicos como Racine. El protagonista la verá interpretar por fin, pero se decepciona por ir al teatro demasiado nervioso y haberse hecho demasiadas expectativas, por fuerza diferentes de la actuación real. Sin embargo, su arte cristaliza poco a poco en la memoria del protagonista y la revalorizará adecuadamente cuando vuelva a ver una interpretación suya, sin prejuicios esta vez.
Es protagonista de una vergonzante escena en el último tomo, cuando se ve obligada a volver a la escena, estando gravemente enferma, para ayudar a su hija y su yerno, y pese a ello, estos prefieren pasar la velada con Raquel, la cual se regodea humillándolos.
Puede suponerse que responde, más o menos, a Sarah Bernhardt, aunque a esta también la cita como tal en algún momento de la novela.
Léa: Como la Berma, es actriz, aunque en la novela destaca no por su arte, sino por su lesbianismo y sus supuestas relaciones con Albertine, una prima de Bloch, y con Morel, al que escribe una carta, interceptada por Charlus, en la que le habla en femenino y le dice "tú lo eres", refiriéndose al gusto de Morel por las mujeres.
CÍRCULO DE LOS GUERMANTES Y OTROS NOBLES
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Café de Flore, en el barrio de Saint-Germain de París |
Esta parte puede resultar algo liosa, con sus
títulos, nombres y parentescos cruzados. Aunque son importantes durante
toda la novela, se los describe y analiza más profundamente en el tercer
volumen de la novela:
El mundo de Guermantes (
Le Côté de Guermantes).
Duquesa de Guermantes:
Oriana. Princesa de los Laumes antes de la muerte de su suegro y
condesa de Combray. Casada con Basin, prima del barón de Charlus, con el
que se crio. Pasa por ser la mujer más elegante de la élite parisina,
además de ser envidiada por su inteligencia. Sus ideas son aparentemente
liberales y avanzadas, algo que escandaliza a los Courvoisier; pero en
el fondo es fiel al "genio de la familia" que le hace comportarse como
la gran duquesa que es cuando la ocasión lo exige.
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Élisabeth, condesa Grefulhe |
Ejerce la fascinación de Marcel ya desde los veraneos
en Combray, lugar de la que ella es condesa. Es la cima social de la
Francia de la época: a sus salones asiste muy poca gente y muy selecta.
Marcel, tras esforzarse mucho por ser admitido allí, lo consigue cuando
le empieza a dar igual.
La duquesa es muy amiga de Swann, aunque no
quiere saludar a su mujer.
Marcel la admira profundamente al principio,
porque cree ver en ella una encarnación de todo un paisaje y una época
que se remonta a la Edad Media; pero se decepcionará cuando, al
conocerla mejor, se percata de que es una mujer, si bien muy exclusiva e
inteligente, como todas las demás. Sus actos y palabras nos retratan
una mujer malvada, a la que le gusta hacer sufrir a sus criados y que se
complace en llevar la contraria debido a su
necesidad enfermiza de novedades arbitrarias (el mismo aburrimiento la hace ser injusta).
Consiente,
más o menos, las infidelidades de su marido, ya que aprovecha las fases
de enamoramiento de este para sacarle regalos caros. Es, sin duda, un
personaje que decae al conocerlo.
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Duque de Guiche, retratado por Nadar |
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Duque de Guermantes: Basin. Marido de la
anterior. Hermano del barón de Charlus y de María Marsantes. Se comporta
en cierto modo como si fuera un señor feudal dueño del barrio de
Saint-Germain, donde reside y en cuyo edificio vivirán el protagonista y
su familia desde
El mundo de Guermantes. Es incapaz de ponerse
en el lugar de los demás, algo que se evidencia cuando se queja del
recibimiento de la madre de Marcel mientras a esta solo le preocupa su
madre moribunda. Maneja mal la sintaxis y es un mujeriego que le es
infiel a su esposa, al menos con la condesa de Arpajon y después con la
señora de Surgis. El matrimonio no se lleva demasiado bien y hay
rumores de divorcio.
No perdona la asistencia a un baile ni siquiera cuando sabe que su primo hermano Mama está agonizando.
Su
mayor habilidad consiste en su asombroso conocimiento heráldico y
genealógico: es capaz de remontarse al siglo XIII para encontrar
ancenstros nobles en familias que ni siquiera son de su círculo más
cercano.
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Bandera del ducado de Brabante |
Barón de Chalus:
Palamède, "Memé". Duque de Brabante, doncel de Montargis, príncipe de
Olerón, de Carency, de Viareggio y des Dunes. Hermano de Basin y de
Maria Marsantes, primo de Oriana, viudo de una princesa de Borbón.
Es
uno de los personajes principales, auténtico protagonista del volumen IV, si bien aparece desde el primero. Tira a gordo, se tiñe el bigote de negro y se aplica carmín en los labios.
De su verdadera naturaleza se nos dan pistas desde el principio, por ejemplo cuando se dice:
Swann
tenía una gran tranquilidad siempre que el que estaba con Odette era el
barón de Charlus. Sabía que entre Odette y el barón de Charlus no podía
haber nada. Más tarde Oriana dice que no le gustaría que su marido la quisiera como el barón a su mujer, a la que le
ha
consagrado un verdadero culto tras su muerte. Verdad que a veces se
hace por los muertos cosas que no se hace nunca con los vivos [...] El
semblante del duque se ensombreció.
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Robert de Montesquieu, por Blanche |
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Barón |
Se dan, pues, pistas, pero solo se descubrirá la realidad homosexual del barón al inicio de
Sodoma y Gomorra. Esta condición (Proust lo llama, admitiendo que es erróneo,
vicio)
es la que convierte al barón en un ser impredecible en sus simpatías y
antipatías. Además, es sumamente soberbio y orgulloso. Solamente tratará
a los Verdurin por su relación con Morel. Ha tenido relaciones
con el chalequero Jupien y con un número indeterminado de camareros,
sirvientes, cocheros, etc.
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Duque |
Del gran mundo casi solo conoce su vicio el
señor Vaugobert, pero fuera de él, según se dice hacia el final de
Sodoma,
lo reputan por pederasta en algunas partes, eso dice el escultor Ski.
Pese a no conocer, se supone, su homosexualidad, tanto la señora de
Villeparisis como Basin se escandalizan cuando saben que el protagonista
conoce al barón, prueba de que algo saben o sospechan.
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Marqués y par |
El
protagonista, como Swann, mantendrá una buena amistad con él, aunque se
produce un episodio violento entre ambos cuando Marcel, enfurecido, le
rompe una chistera.
Es un gran pianista, aunque raramente exhibe sus
habilidades.
En el último volumen lo encontramos de socio en el burdel para hombres de Jupien, donde al barón le gusta ser atado con cadenas y azotado.
María, condesa de Marsantes: Hermana del duque de Guermantes y del barón de Charlus, viuda y madre de Robert de Saint-Loup. Es la buena de la
familia. Su bondad natural no le hace ser menos consciente de su linaje,
pero es de trato agradable y sufre cuando su hijo no pasa con ella los
pocos ratos libres que tiene de permiso, pero le perdona de corazón. Su
marido es de ideas "rancias", anticuadas y conservadoras: hace que su
mujer se siente a su izquierda por ser mejos linajuda que él, por
ejemplo.No obstante su liberalidad aparente, el narrador dice que
desprueba el noviazgo de su hijo con Raquel no solo por las cualidades
de esta, sino principalmente por no ser noble, ya que ese mismo
comportamiento lo habría tolerado en una aristócrata.
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Pintura de Helleu |
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Blasón de los duques de Guisa |
Marquesa de Villeparisis: Madeleine. Hija de
Florimundo de Guisa. De soltera, duquesa de Havré. Es amiga de la abuela de Marcel, a la que conoce en
misa y con la se reencuentra inesperadamente en Balbec. Allí recibe la
visita de su sobrino-nieto Robert de Saint-Loup y de la princesa de
Luxemburgo, que trata al protagonista y su abuela como si fueran
animalitos del zoo (del Jardín de Aclimatación, dice).
Pese a su
alto origen, la marquesa ha caído en desgracia social por su
comportamiento juvenil y su salón es de baja categoría: recibe solo a
burgueses, gente de provincias y algunos artistas, además de a los
duques de Guermantes por ser sobrinos suyos. Ella misma es un poco
artista y pinta acuarelas de flores además de escribir, y bien, sus
memorias, que hacen aparecer sus salón por encima de otros muy
superiores pero sin nadie que los cante, y este es un mensaje insertado
del poder de la literatura y su capacidad inmortalizadora, tema
principal de la novela.
Es amante del marqués de Norpois, algo que
todos saben pero a lo que no se alude directamente, y este disimulo
hace cometer ciertas torpezas, como hacer Norpois que llega de la calle
cuando la marquesa había dicho antes que se encontraba en otra
habitación de la casa.
Pasa por tener ideas avanzadas en temas
sociales y políticos, pero, como en el caso de su sobrina la duquesa, no
son convicciones profundas.
En el tomo VI se cuenta que de joven arruinó y abandonó al padre de la señora Sazerat.
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Mademoiselle Vaughan, Helleu |
Norpois:
antiguo diplomático cuya intimidante mirada admiraba el mismo Bismarck.
Es compañero de trabajo y amigo del padre del protagonista, que le invita a cenar, y
amante de la marquesa de Villeparisis, con la que no llegará a casarse, seguramente por la diferencia de clase (el duque Basin se ríe de esa posibilidad).
Se le observa una vena sádica al
menos en dos ocasiones: cuando no habla a los Swann del gran interés que
tiene Marcel en ser recibido por ellos, y cuando se niega
sistemáticamente a influir en el voto de sus compañeros de Academia para que admitan al príncipe Von (Faffensheim), al
menos hasta que este le tienta con favores sociales que se otorgarían a
la señora Villeparisis; concretamente, que la reciban en la cena en que
se homenajeará a los reyes de Inglaterra.
Al protagonista le critica uno de sus primeros textos literarios. Resulta, en general, antipático.
Príncipes de Guermantes: Se
llaman Gilbert y María, como los padres de Saint-Loup. Su salón es tan
exclusivo como el de los duques, pero Marcel consigue también ser
invitado allí.
El príncipe, aunque es presentado como más conservador
que Basin, reflexiona sobre el caso Dreyfus y confiesa a Swann su
conversión de anti a revisionista. Descubre que su esposa ya era
dreyfusista en uno de los pocos, si no el único, episodios folletinescos que encontramos en la novela.
Descubriremos sorprendidos que el príncipe es también
homosexual y requiere los servicios de Morel cuando este ya está con el
barón de Charlus. Este, por otra parte, reconoce ante Brichot que la homosexualidad del príncipe es cosa sabida.
Casi arruinado, tras enviudar se casará con madame de Verdurin, convirtiéndola así en princesa de Guermantes.
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Violeta de Toulouse |
Princesa de Parma: Miembro de la
altísima nobleza y multimillonaria. Su inmensa fortuna proviene de la posesión de casi
todas las acciones del Canal de Suez.
Vive en un estado de constante pasmo
y excitación por las salidas de la duquesa de Guermantes, a la que
admira y trata de imitar.
Su nombre evoca a Marcel, antes de conocerla,
millares de violetas.
Los Courvoisier: Constituyen otra parte de la gran familia Guermantes. Son más
conservadores, esnobs y reaccionarios que sus parientes, y también menos
desprendidos. No hacen tanta vida de sociedad, no alternan con
burgueses ni artistas; pero en el fondo, los Guermantes son como ellos
cuando llegan las ocasiones clave (bodas, principalmente) en que debe
actuar el "genio de la familia" para preservar sus fueros. A los
Courvoisier pertenece, por ejemplo, la
marquesa de Gallardon, a la que
Oriana pega un buen corte en la velada en casa de la marquesa de
Saint-Euverte, hacia el final de
Unos amores de Swann.
Marquesa de Cambremer:
Zélia. Gran melómana, pianista de la escuela de Chopin. Se la describe
como bigotuda y babosa, pero muy sencilla y de gran corazón. No es lo
bastante distante con la plebe para lo que le gustaría a su nuera, por
lo que esta se muestra a veces tirante con ella. La marquesa sigue la
regla de los tres adjetivos en sus cartas, mediante los cuales describe a
alguien o algo, en orden decreciente de intensidad.
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Comedor de la princesa Mathilde, Chales Giraud |
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La duquesa de
Guermantes y Swann hacen una broma escatológica a propósito de su
nombre. Ella dice que acaba mal (por -mer, inicio de "merde"), él dice
que no empieza mejor (por ca-, inicio de "caca").
Marqués de Cambremer:
Cancan. Hijo de la anterior. Se le describe como feísimo. Se alegra de
que el protagonista sufra ahogos, porque eso le aproxima a su hermana,
que también lo padece. A Marcel llega a molestarle esa alegría al
preguntarle por su enfermedad.
Marquesa de Cambremer: Mujer
del anterior, hermana de Legrandin. Es una esnob estirada y algo
antipática. Tuvo un romance con Saint-Loup. De ella se enamora Brichot.
No comparte gustos musicales con su suegra y a veces la mortifica por
considerarla demasiado llana.
Conde de Crécy: Pierre de
Verjus. Se trata de un noble antiguo pero arruinado al que conoce el
protagonista en los alrededores de Balbec, donde vive el conde. A Marcel
le gusta invitarle a comer o cenar y conversar con él de la
aristocracia. Su divisa es
Ne sçais l'heure (Ignoro la hora).
Fue el primer marido de Odette, al que ella
sacó hasta el último céntimo, según dice Charlus.
Marquesa de Surgis-Le-Duc: Amante de Basin tras la condesa de Arpajon. El barón Charlus la trata muy amablemente porque se interesa mucho por sus hijos,
Victurnien y
Arnulphe. Su madre les prohibirá ver al barón, aun a riesgo de enemistarse con él, cuando se entera de este les pellizca la barbilla y ellos a él.
¿Y qué es lo que recuerda? Eso es lo que forma el cuerpo de la novela. Sobre todo, son descripciones de paisajes y de personas en sociedad, en
salones. El comportamiento de estos personajes es analizado superminuciosamente, en sus menores matices, para que se comprenda perfectamente. La prosa de Proust se esmera en presentarnos un retrato exhaustivo, una radiografía casi, de estos personajes de la alta sociedad parisina de finales del XIX y principios del XX. Es, en este sentido, una novela psicológica, aunque tan abarcadora que se la define como superadora de este tipo de novela cultivada en la época. Podría decirse que es algo parecido a considerar el
Quijote como la última novela de caballerías, la que finiquita el género.
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Espino blanco. Maj 2009, de Isfugl en flickr.com |
I. Por el camino de Swann. Tras los únicos recuerdos que Marcel conserva de su infancia en el pueblo, el famoso incidente del beso de buenas noches que no le daba la madre cuando había visita de Swann, se centra, a partir del episodio de la magdalena (una magdalena mojada en té
le recuerda las que le daba su tía Leoncia en
tila) en describir la naturaleza y personajes, sobre todo de su familia, del pueblo de Combray y sus alrededores, un
Combray entero y sus alfededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té .
El inicio de la segunda parte del primer capítulo, titulado
Combray, es uno de los pasajes descriptivos de un pueblo más bellos que puedan leerse. Aparece aquí intercalada la novela
Unos amores de Swann, sobre el enamoramiento de este con Odette de Crécy y los celos que le provoca ella con otros hombres y también con mujeres. Destacan aquí los temas del amor, los celos, la mentira, la desconfianza y el desamor, así como el apunte de la homosexualidad, femenina en este volumen. Uno de los temas principales de la novela es el ascenso social de la burguesía adinerada, que terminará desplazando a la aristocracia, y en eso destaca el salón de los Verdurin. Finaliza el volumen con el primer enamoramiento del protagonista, prendado de Gilberta, la hija de
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Gran cascada del Bois de Boulogne |
Swann y Odette, con la que juega en los Campos Elíseos. Marcel ansía, asimismo, conocer a sus padres, especialmente a la madre, a la que admira mientras esta pasea por el Bosque de Bolonia, admirablemente descrito como si de un lugar encantado se tratara. Merece algún comentario la presencia de la moda, en vestido y decoración de interiores, subtema que reaparecerá varias veces y al que se ha dedicado al menos un ensayo: me refiero al de J. N. Quennell.
II. A la sombra de las muchachas en flor
Puede dividirse en dos partes. En la primera, el autor, enamorado de Gilberta, logra introducirse en casa de los Swann y hacerse amigo del matrimonio. Los sigue frecuentado incluso cuando se distancia de Gilberta. Antes de conocerlos por sí mismo, pidió intermediación a Norpois, el cual no movió un dedo.
En la segunda parte, Marcel visita Balbec, en la costa normanda, por primera vez en compañía de su abuela. Allí conocerá a la marquesa de Villeparisis, a su sobrino Saint-Loup y, sobre todo, a Albertina Simonet y su grupo (Andrea, Rosamunda y otras). También le presentan al barón de Charlus y al pintor Elstir, el antiguo Biche asiduo de los Verdurin.
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Pintura de Albert Aublet |
Esta es, junto con la primera, la parte más luminosa de la novela, con su atmósfera veraniega y playera, despreocupada, soleada y sana, lejos de la puntillosa sociedad parisina de los salones y su esnobismo. Leemos, por ejemplo, al final:
No veía a mis amigas; pero (mientras que llegaban hasta mi mirador los gritos de los vendedores de periódicos [...],
las voces de los bañistas y de los niños, que puntuaban como piar de pájaros marinos, el ruido de las olas, que se rompían suavemente) adivinaba su presencia y oía su risa, envuelta, como la de las Nereidas, en el dulce son de las ondas en la arena, que subía hasta mis oídos.
III. El mundo de Guermantes nos presenta el exclusivo barrio de Saint-Germain en su esplendor. El autor, aprovechando la mudanza de sus padres al edificio de los duques, se pone en ridículo haciéndose cada mañana el encontradizo con la duquesa, de la que se enamora. Logrará entrar en su círculo y ser invitado a su salón, lo que le abre las puertas del de los príncipes de Guermantes.
Marcel se enamora y desencanta de la duquesa, así como de la nobleza en general. Pero ¿qué le atrae de la aristocracia; por qué esa insistencia en tratarse con esta gente si no es por esnobismo, que se supone que no lo es? La respuesta es profunda y se relaciona con el tema principal: busca hallar un rasgo de inmortalidad en su figura y sus nombres, conservados desde antiguo y ligados a una región concreta, de Francia o cualquier otro país. Le desencantará constatar que son gente, más o menos, como otra cualquiera. Leemos el proceso en sus palabras: "
La señora de Guermantes se había sentado. Su nombre, como estaba acompañado de su
título, añadía a su persona física su ducado, que se proyectaba en torno
suyo y hacia reinar el frescor umbrío y dorado de los bosques de los
Guermantes en medio del salón, en derredor del taburete en que estaba
sentada ella".
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Mi recreación del nombre del príncipe Faffensheim |
Poco más adelante leemos a propósito del príncipe de
Faffensheim-Munsterburg-Weinigen (lo llaman Von para no quedarse sin aliento): "
El nombre del príncipe conservaba
en la franqueza con que sus primeras sílabas eran -como se dice en
música- atacadas, y en la tartajeante repetición que las escandía, el
impulso, la ingenuidad amanerada, las pesadas "delicadezas" germánicas
proyectadas como ramajes verdeantes sobre el "Hein" de esmalte azul
oscuro que desplegaba el misticismo de una vidriera renana, tras los
dorados pálidos y finamente cincelados del siglo XVIII alemán".
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Tranvía de Saint-Germain |
Es
decir, los nombres le provocan a Marcel un
fonosimbolismo muy personal,
una especie de
apofenia, trasladada literariamente mediante la figura de la
sinestesia. De su personalísimo psiquismo se deriva una admiración de la que se irá desengañando con el trato de
las personas que los ostentan. Otro ejemplo de esto mismo en el tomo cuatro:
Cuando evocaba el salón de Arpajon, yo veía una mariposa amarilla y el salón de Swann (la señora de Swann recibía en invierno de 6 a 7) una mariposa negra con las alas afieltradas de nieve. Volviendo a la duquesa, leemos a unas 100 páginas del final:
Era incapaz de comprender lo que yo había buscado en ella -el hechizo del nombre de Guermantes- y lo poquísimo que en ella había encontrado: un resto provinciano de Guermantes. Algo más adelante, declara:
Que la señora de Guermantes fuese igual a las demás mujeres, si había sido para mí, primero, una decepción, era casi, por reacción, y con ayuda de tantos vinos buenos, un pasmo. Tal y como presenta el comportamiento de los duques: la maldad de ella y el egoísmo de él, desentendiéndose de la muerte de un familiar por no perderse un baile de disfraces, es normal que se desengañe. Aún así, sigue frecuentándolos. Por eso se le acusó, al protagonista y al propio autor, de esnobismo disimulado, por mucho que ellos, personaje y persona, lo negaran.
Esta última parte, por cierto, adapta partes del cuento de Hans Christian Andersen
Los zapatos rojos (
De røde Skoe), 1845. En este cuento, la protagonista es castigada por ir a bailar el mismo día en que muere su madre adoptiva, algo que aquí hace el duque de Guermantes con su primo. La pasión por los zapatos rojos se da en la duquesa.
Destaca también en este libro el episodio de la muerte de la abuela.
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Playa de Dieppe |
IV. Sodoma y Gomorra. Se tocan dos temas importantes: sigue del anterior libro el tema del asunto Dreyfus, que dividió Francia en torno al pro o antisemitismo (dreyfusistas y antidreyfusistas respectivamente) y la homosexualidad. La obra arranca con el espionaje involuntario de Marcel en el patio de los Guermantes, donde descubre la verdadera naturaleza homosexual del barón de Charlus, unido al chalequero Jupien. Tras esto, Marcel acude a la fiesta de los príncipes de Guermantes, donde charla con Swann por segunda vez ese día (enlaza con el final del anterior libro) sobre el cambio de opinión acerca de Dreyfus de los príncipes de Guermantes, que de creer en su culpabilidad pasan a convencerse de su inocencia. La segunda parte de este tomo, más extensa, narra la segunda estancia en Balbec, esta vez plagada de salidas y visitas. Nos reencontramos con el círculo de los Verdurin y con los señores de Cambremer. Estos últimos han alquilado a los Verdurin su propiedad de la Raspelière (ascenso de la burguesía a la zaga de la nobleza y subtema del esnobismo en la señora de Legrandin).
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Sodoma y Gomorra, John Martin (detalle) |
El verdadero protagonista de este libro es el barón de Charlus, primero atrayendo a la marquesa de Surgis para que le presente a sus hijos, Victurniano y Arnulfo (¡vaya nombres!), que le han gustado. Más tarde, nos lo encontramos con los Verdurin, a él, tan estirado, porque allí se encuentra Morel, ahora violinista, nuevo amor del barón. La nómina de personajes homosexuales se incrementa notablemente. Además del barón de Charlus y unos pocos de su círculo (el marqués de Vaugoubert), lo son Jupien, Charles Morel, el príncipe de Guermantes, Nissim Bernard (el tío de Bloch), Albertina y Andrea y una hermana de Bloch. Se unirá alguno más posteriormente.
Por otra parte, este libro recupera, en parte, la atmósfera de
A la sombra de las muchachas en flor por transcurrir también en Balbec durante el veraneo, aunque ahora pueblan el paisaje los fieles a los Verdurin, así como los Cambremer y otros conocidos y amigos. Son bellísimos los pasajes descriptivos del panorama costero y de los paseos en automóvil con Albertina por donde antes iba en coche de caballos con su abuela y la marquesa de Villeparisis.
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El poeta simbolista Jean Lorrain |
En al menos dos ocasiones se producen recuerdos repentinos como el de la magdalena, ahora motivados uno por un gesto al ir a quitarse los botines, que le recuerda la vez anterior que se los quitó su abuela, y otro al ver un paisaje al que fue la vez anterior y que ahora recuerda al atravesarlo en automóvil.
V. La prisionera. El característico tempo lento de la obra se acentúa en la primera parte de este volumen. Aquí Albertine se ha mudado a la casa de Marcel, de donde este sale muy pocas veces e intenta controlar absolutamente todas las salidas de su amiga. El tema principal se resume en esta cita:
Solo se ama lo que no se posee. El disponer de la amada cuando desee hace que desparezca el amor, el interés y el deseo, que solo volverán cuando esta amague con marcharse o independizarse.
La segunda parte, menos estática, consiste en una velada en casa de los Verdurin, donde se da a conocer el Septeto de Vinteuil, póstumo. En un bello ataque a la intolerancia e hipocresía y en defensa de la libertad, el autor nos dice que si una obra tan importante ha visto la luz ha sido porque su hija y su amante, lesbianas, se han ocupado de descifrar los garabatos del compositor para ponerlos en limpio; y también porque el barón de Charlus y Morel, homosexuales también, han trabajado para que se represente en público.
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Flores de madreselva |
La maestría de Proust brilla en pasajes donde intenta describir las sensaciones que le produce la música, algo inefable que él procura plasmar con su peculiar sistema de sinestesias: el Septeto es rojo y la Sonata, blanca.
Veamos un ejemplo:
Mientras que la Sonata surgía en una aurora lilial y campestre, dividendo su candor vaporoso, mas para suspenderse en la maraña tenue y, sin embargo, consistente de una rústica cuna de madreselvas sobre geranios blancos, la obra nueva nacía, una mañana de tormenta, sobre superficies lisas y planas como las del mar, en medio de un silencio agresivo, en un vacío infinito, y del silencio y de la noche surgia un universo desconocido.
La velada musical la organiza el barón de Charlus en casa de los Verdurin, donde invita a parte de la alta aristocracia para dar a conocer a Morel. La señora, despechada porque los nobles no la saludan (salvo la reina de Nápoles) aunque estén en su casa, se propone enemistar a Morel con el barón. Este, cuando ve que Morel le rechaza, se queda anonadado. Le rescata la reina de Nápoles, que había vuelto a por su abanico olvidado.
En la últma página de este tomo, nos enteramos a la vez que Marcel de que Albertine se ha marchado. Es la forma que tiene Proust de mantener el suspense (no brilla en esta técnica literaria, precisamente).
También se producen muertes en este libro: la de Bergotte y Sherbatoff.
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Puente de Rialto en 1875 |
VI. Albertine desaparecida. Existen dos versiones de esta parte: la más antigua y larga, titulada normalmente
La fugitiva; y la corta, hallada y publicada en los años 80. Yo he leído ambas y aunque de la larga no conservo apenas memoria, sí recuerdo que me paereció sumamente aburrida hasta el punto de que me costó terminarla. En cambio, esta vez he leído la versión nueva, mucho más ligera y amena. Lo malo es que no se trata de una versión totalmente revisada por el autor y terminada, lo cual hace que contenga importantes incoherencias y olvidos. El más notorio es cuando Marcel recuerda un telegrama que había recibido en Venecia y que creyó de Albertine pero era de Gilberte. Ese telegrama, tan esencial, no está por ningún sitio. Hay que tener en cuenta esos fallos en esta versión.
Consta, como casi todos los volúmenes de la novela, de dos partes. En la primera, tras encomendar a su amigo Robert de Saint-Loup una serie de misiones con la finalidad de recuperar a Albertine, nos enteramos por un telegrama de la señora de Bontemps de que Albertine ha fallecido en un accidente montando a caballo.
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Giovanni Giolitti |
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En el capítulo segundo, encontramos al protagonista con su madre en Venecia. Al fin libre, ha realizado ese viaje con el que tanto soñó. En Venecia se encuentra con la señora Sazerat además de con la marquesa de Villeparisis y el señor Norpois, el cual sorprende a su interlocutor, el príncipe Foggi, con su clarividencia diplomática al adivinar el nombre del siguiente presidente de gobierno italiano, Giolitti. Asimismo, nos enteramos por la señora Sazerat de la desesperación y ruina a la que llevó a su padre la duquesa de Havré, actual marquesa de Villeparisis, en su día una mujer bellísima y hoy una anciana.
Este motivo, el de la decadencia presente de antiguas bellezas, parece ser el hilo conductor temático de la estancia de Marcel y su madre en Venecia, ciudad que también pierde su antiguo esplendor. Impregnan las páginas un algo indefinible de muerte, de ruina, de soledad. Aparecen la luna, la noche, las calles laberínticas, la distracción, el olvido y el temor a la soledad.
La novela termina con el protagonista y su madre de regreso en el tren, donde este lee en una carta de Gilberte su anuncio de boda con Saint-Loup.
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Impacto de bomba lanzada por un zepelín en París en 1917 |
VII. El tiempo recobrado. La guerra, la primera guerra mundial, ha estallado, aunque nadie lo diría paseando por un París de restaurantes llenos y mujeres glamurosas; las que aun no han aprendido a vestirse "de guerra", claro, que son las verdaderas elegantes. Un París vacío de hombres, si bien de los pocos que hay, algunos se divierten acudiendo al burdel masculino montado por Jupien y el barón de Charlus, que recibe a ilustres visitantes como Saint-Loup.
Se dedican largos párrafos a política internacional y comentarios sobre el papel de la prensa en la creación de opinión pública y sus manipulaciones cotidianas, reflexión esta que sospecho más o menos novedosa por la fecha de escritura de esta parte de la novela (años 20 del siglo XX). También aparecen bellas descripciones líricas de una ciudad oscurecida, vuelta por un tiempo a épocas anteriores, iluminada a trozos por reflectores antiaéreos...
Tras la visita, no planificada, de Marcel al prostíbulo de Jupien y Charlus, Marcel, que lleva muchos años alejado del mundo, unos 16, a juzgar por la edad de la hija de Gilberte y Sain-Loup, recibe una invitación para acudir a una fiesta de los príncipes de Guermantes. De camino, el protagonista recibe una serie de "shocks" similares al de la magdalena producidos por pisar una baldosa floja, por el tintineo de un cuchillo contra una copa y por el tacto de una servilleta. Se añade la vista del libro
François le Champi, que le leyó su madre muchos años atrás en Combray. Estas impresiones le deciden a afrontar por fin la escritura de la obra que, comprende, ha ido madurando todo este tiempo en su interior.
Por último, la fiesta de los príncipes de Guermantes nos ofrece una visión esperpéntica de personas irreconocibles por el autor debido a lo viejas que están. El tiempo ha sido implacable con ellos, haciéndolos encanecer, encorvarse, trastabillar, pero también suavizando sus caracteres, limando sus asperezas y rencillas, hermanándolos. Marcel asume la responsabilidad de retratar este mundo para descubrir tras él grandes leyes, y debe hacerlo antes de que se cumplan sus horas, ya que intuye su fin cercano debido a su mala salud.
¿Consigue retratar el mundo, como visto con telescopio, gracias a esa mirada microscópica sobre unos pocos personajes (relativamente hablando) del universo cerrado de la alta burguesía y aristocracia parisinas de fin de siglo? Ya lo creo. Lo consigue con creces, y en su lugar, desaparecido el autor, nos queda su obra, un monumento a la humanidad, una obra de arte colosal, una oda al ser humano y su naturaleza, una victoria sobre el tiempo, un canto a la inteligencia... una novela, en definitiva, que hará crecer al que la lea, porque Proust es uno de los mayores escritores de todos los tiempos, un gran escritor que todo gran lector debería conocer y rendirse a su culto. No perderá el tiempo quien lo haga.
3. TRADUCCIONES AL CASTELLANO DE EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
Existen al menos cinco, si bien no completas. La
"clásica"
es la iniciada por Pedro Salinas, el poeta de la Generación del 27, en
colaboración con su amigo José María Quiroga Plá, y continuada a partir
del tercer tomo por Consuelo Berges. Es la más asequible y leída, ya que
las otras traducciones son más recientes y en bolsillo solo se publicó
la de Carlos Manzano, agotada en el momento de escribir estas líneas.
La
traducción de Pedro Salinas cubre los dos primeros tomos y parte del
tercero. Se lee con gusto a pesar de -o gracias a- sus arcaísmos, como
bujía por vela. A partir del tercer tomo,
El mundo de Guermantes,
se aprecian cambios, especialmente si se lee, como yo, la traducción de
Menasché. La edición de Santiago Rueda, argentina, traducida por
Marcelo Menasché, puebla el léxico de americanismos: los sirvientes se
transforman en
mucamos, las faldas en
polleras, algo que se toma en las cenas de los salones son misteriosas
masas (¿pasteles?, ¿tartas?), las estancias son
estadas y se
chicanea, sea lo que sea eso. También se truecan los
nada más por
más nada.
Un detalle que se agradece de Menasché son las notas del traductor
aclarando cuestiones idiomáticas y traduciendo citas francesas de versos
o canciones, algo que no siempre encontramos en Salinas. En ambos sigue
faltando traducir citas latinas. También se podría ocupar el editor de
esto, por otra parte. La traducción de Consuelo Berges para Alianza es
impecable, aunque yo también echo en falta más notas (me gustan las
ediciones con bastante aparato crítico, especialmente de clásicos). Ha
pasado tiempo desde que se tradujo, pero ya digo que se lee con placer.
La traducción de
Carlos Manzano,
como la de Mauro Armiño, posee la ventaja de ser obra de una misma
persona. No la he leído, así que me limitaré a recoger un comentario que
leí por algunos
sitios como
este,
y es que Manzano ha alterado la puntuación de Proust (más de lo
necesario en una traducción, se entiende) al sustituir la demarcación
original mediante comas por guiones en algunas de las oraciones
subordinadas, las más "supletorias", ya que en una oración proustiana
pueden encadenarse una, dos, tres o más subordinadas.
Esta
traducción se encuentra en la editorial Lumen y se publicó también en
edición de bolsillo, si bien esta última no se ha reeditado y se
encuentra agotada.
La de
Mauro Armiño seguramente sea la
mejor, entendido esto como la más rigurosa y dotada de mayor aparato
crítico, ya que incluye estudios sobre los personajes, la vida de
Proust, la época, etc. Dicho lo cual, posee dos importantes desventajas.
La primera es el precio: la obra completa ronda los 130 euros, una suma
bastante considerable. La segunda es el tamaño: como cada volumen
comprende varios libros, que son gordos de por sí, y la encuadernación
es en pasta dura, el resultado son unos libros que difícilmente pueden
leerse fuera de casa para llevárselos de camino al trabajo, de
vacaciones o lo que sea. Deben de pesar bastante. En fin. Todo tiene sus
pros y sus contras.
Existe aún una quinta traducción, la realizada por la argentina
Estela Canto para la editorial Losada. Esta, que yo sepa, no se comercializa en España. En este
artículo se comenta.
Todas
ellas, estoy seguro también de las que no conozco, son buenas
traducciones y no hay que marearse mucho con eso. El francés, al fin y
al cabo, es un idioma bastante cercano al castellano. Puede chocar, como
me ocurrió a mí, el cambio de Pedro Salinas a Menasché, pero más que
por la calidad de la traducción, es por la variante del español
empleada. De todos modos, se trata de diferencias puntuales.